(1) El Caos Coherent
Written by Aarón Jiménez
Nuestro estilo es como el platillo tradicional de el mole, recargado, excitante, lleno de referencias e ingredientes que logran una coherencia compleja, deliciosa y atractiva al paladar, un aspecto fascinante de nuestra cultura que trasciende el tiempo y las fronteras; está profundamenta arraigado en la identidad visual de América Latina indudablemente.
Nuestro estilo se presenta en muchos sentidos barroco, recargado y lleno de una sobreexitación sensorial que despierta todos nuestros sentidos. Este caos aparente, en el que una infinidad de elementos se cruzan, logra una coherencia que, a pesar de su complejidad, resulta atractiva para la mirada.
Caos Organizado
Este estilo, que abarca no sólo el arte o la arquitectura, sino también la vida cotidiana, encuentra su máxima expresión en lo sartorial, en nuestra manera de vestirnos y presentarnos al mundo. La elegancia mexicana es, por excelencia, una mezcla exuberante de texturas, colores, formas y patrones; es, como solemos decir, “un mole” de elementos que, a pesar de su diversidad, encuentran un equilibrio natural y armonioso. Es un estilo que celebra la pluralidad, que no teme al exceso, y que, a través de su riqueza visual, refleja la historia, la geografía y las tradiciones que han forjado nuestra identidad. Cada prenda, cada accesorio, cada combinación de colores y materiales cuenta una historia; cada detalle tiene una razón de ser, y juntos forman un todo coherente, aunque complejo.
Esta especie de “caos organizado”, que define nuestra estética no es casualidad; es la expresión de una sensibilidad única que ve belleza en la abundancia, que encuentra sentido en lo aparentemente disonante y que, de alguna manera, convierte lo complejo en algo profundamente accesible. Es un arte que involucra a todos los sentidos, y que nos invita, desde lo visual hasta lo táctil, a experimentar la riqueza de nuestro patrimonio cultural y su legado.
Gala del Trópico
Pensemos en la icónica guayabera, una pieza que en europa o estados unidos se piensa y usa como una prenda casual y sport combinandosé con shorts y sandalidas, no obstante en Yucatán, por ejemplo (estado mexicano en el que tiene una gran tradición de hechura y legado), se ve y respeta como una prenda de gala, llevándose en las ceremonias más importantes con orgullo y elegancia, remplazando por ejemplo al chaqué en el novio o al smoking en las recepciones oficiales. Contando una anécdota historica, a inicios del siglo XX los grandes señores, empresarios del henequén, cuando bajaban a cenar con la familia, en sus grandes y copiosos comedores, se preguntaban en como iban a vestirse esa noche, y siempre oscilaban entre la decisión de bajar vestidos de frac o bajar vestidos de guayabera, prendas que entre ellas guardaban el mismo grado de formalidad.
Hoy en día ese legado sigue vigente y es por ello que las guayaberas más finas y hermosas se siguen confeccionando con la misma tradición y excelencia, en dónde las alforzas (plisados) no se cosen encima del cuerpo de la guayabera, si no que se pliegan en la misma tela que hará el cuerpo de la prenda, un trabajo sumamente complejo de corte, matemática y proporción. Y es también ahí, en las alforzas, dónde recide la formalidad de la prenda, pues dependiendo de la cantidad, de el grosor, de la dispocición y de los acabados es que una guayabera puede ser de gala o puede ser de sport, puede ser casual o puede ser formal, puede ser para un evento de día o puede ser para un evento de noche. El abánico de posibilidades es infinito.
El Color Como Elegancia
La elegancia mexicana es, por historia propia, colorida. No obstante desde los 90, gracias a la gan ingerencia cultural y economica que Estados Unidos ha tenido sobre México, desde que “se abrieron las fronteras”, se supedito nuestro vestir a las “reglas” norteamericanas, en dónde el gris, el azul marino y el negro son los únicos colores permitidos en el “buen vestir”, no obstante, antes de eso no era así, los colores tierra, pardos, ocres, siempre estaban presentes en nuestro vestir, retratando con estilo nuestra vegetación, nuestros campos, nuestro clima y nuestra festividad. Imaginemos las calles coloridas del centro de Oaxaca, en dónde hay una casa rosa y luego la siguiente es amarilla, y luego la siguiente es verde, y luego la siguiente es azul, jovialidad en su máxima expresión; retratada en como combinamos con garbo y desenfado un saco rosa con una camisa de rayas verdes, aderezando con un pañuelo de bolsillo de puntos amarillos y complementando con un pantalón blanco.
En México los colores que componen nuestro imaginario son mucho más fuertes y brillantes, que aquellos que predominan en Europa, esto como producto de la mezcla de culturas; los cortes que utilizamos requieren, en muchos casos, de proveernos de frescura debido a que el calor es una constante en esta parte del mundo, y es por ello que nuestra identidad en el vestir tiene otras características.
Los zapatos en color blanco son una recomendación que probablemente no sería bien recibida en Europa, pero que, en México, va perfecta con el resto de tonalidades que empleamos en nuestro atuendo, pues con ellos dejamos entrar el toque de nuestras influencias afrocaribeñas, mientras rompemos la regla de “el zapato siempre más oscuro que el pantalón”, pero lo hacemos porque estamos jugando con nuevos colores y porque el clima nos llama a agregar algo fresco.
El campo en México tiene características particulares que han moldeado y dado lugar a nuestro propio estilo campestre, en el que las botas tienen cabida; los sombreros nacidos de la época de la colonia son los ideales para cubrirnos de un sol que en esta parte del mundo cae con fuerza, nuestro estilo acoge estos elementos y los combina con pantalones y sacos de influencia europea.
Así es el estilo mexicano y su par el estilo latinoamericano, único, inesperado y profundamente nuestro.